Su propia isla al sol, más dinero del que un topo podría gastar: ¡el paraíso. Tenía todo lo que un topo podía desear. Su aventuras anteriores habían financiado estos últimos años de absoluta felicidad. Monty se recostó en su tumbona y contempló su situación. Escuchando el mar azul claro lamiendo sus pies peludos, inspeccionó sus alrededores y no vio nada más que belleza intacta. En los últimos días, pensamientos había aparecido en su mente: de alguna manera extrañaba los días de su aventurero.
más información...